domingo, 16 de diciembre de 2012

Audio

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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Relato agua

A un paso

Sentado, en la orilla del mar, dibujando ridículos garabatos en la arena sin atención ni conciencia de lo que sucedía alrededor. Sólo y atrapado en su pensamiento, en sus recuerdos, en todo aquello que un día logró hacerse dueño de su vida y de su felicidad.
Pasa minutos, horas,días... dándo vueltas a aquel instante en el que todo por lo que luchó años se fue en segundos.
Siempre el mismo proceso; intenta no recordar, pero lo necesita, necesita recordad esa sensación cautivante y agradable junto a ella. Suaves olas, luminosas estrellas y sueños, muchos sueños. Tumbados en su vieja barca, donde la calma y serenidad invadían sus cuerpos.
Pero un frío sentimiento persigue esa agradable sensación.
Cuando el mar era el único invitado en sus diarios encuentros, llegó un tormentoso temporal sin avisar. Sin tiempo para volver, empezaron a preocuparse por la situación. Intentaron alejarse navegando, tomaron todas las medidas posibles pero todo en vano, llegó la tormenta y ellos seguían allí.

Ella se le agarraba con todas sus fuerzas, el intentaba mantenerse en la superficie. Una y otra vez le repetía su promesa, el la protegería, jamás la dejaría.
Estas palabras retumbaban en su mente, un dolor indescriptible irrumpía su cuerpo e impotentes lágrimas rozaban sus mejillas. Rehuía recordar aquel instante pero es débil, los recuerdos ganaban.
Lluvia, viento, rayos, oscuridad....Una terrible confusión reinaba esa situación. Cuanto más tiempo pasaba peor se encontraban, apenas podían mantenerse a salvo. Sujetándose en el último rincón flotante y no hundido por el mar, agotando sus últimas fuerzas, ambos seguían aflote.
Hasta qué algo poderoso y sin piedad se hizo con ella. Se la arrebató de sus brazos. Desconcertado sin saber que sucedía, sin saber cómo reaccionar , se tiró.
Que hacer, dónde buscar... Estaba perdido. Se sumergió, la llamó y gritó hasta agotar sus últimas fuerzas. Ni rastro, ni una señal de vida. No podía contener las lágrimas ni la impotencia.
Fue una ola, una ola puso fin a la vida de ambos.
Un sentimiento permanente y constante donde la paz no existía. No cumplió, nada se la devolvería. Una opción, sólo una para volver con ella y cumplir su promesa de no dejarla.
Se levantó, apenas podía con su pesado cuerpo. Se dirigió al final de la orilla. Unas grandes rocas bordeaban la costa.

Las subió una a una, deseaba llegar hasta la última, la más alta, para asegurase el reencuentro con ella. La escaló y allí estaba, delante del agua, algo que un día le dio la vida y otro se la quitó, cada pedacito de ella. Cada vez más cerca, se sentía mejor.
Un paso adelante acabaría con el calvario. Y como prometió nunca la dejaría.